Hace algunos años cuando comenzó mi afición a las carreras de montaña, tuve una desagradable experiencia con 3 papilomas 3, que se convirtieron en más que un problema: un “problemón”.
Aprovechando las posibilidades que me presta el ciberespacio he rescatado de mi memoria dicho capítulo con el fin de compartir esta situación y explicaros cómo conseguí al final, librarme de ellas.
Éstos papilomas o verrugas plantares se convirtieron
durante casi dos años en una continua tortura. Estaban presentes a cada paso, a cada zancada que daba. Se encontraban en
la zona de apoyo del metatarso.
Durante el tiempo que fueron mis inseparables compañeras me fueron aplicados diferentes tratamientos tanto por médicos dermatólogos como por podólogos con
larga experiencia en el tema (tratamientos que en ocasiones fueron muy
dolorosos por las técnicas agresivas empleadas):
Compuestos de Ácido nítrico, láctico y salicílico, Crioterapia con nitrógeno líquido,
ISDIN antiverrugas, Nitrato
de plata, Ácido Salicílico, otros emplastos cuyos componentes desconozco pero
que dolían muchísimo (incluso llegaba a estar 3 días sin poder tocar el suelo
con el pié ya que quemaban por dentro), Crema Aldara (eficaz para los tumores)
y aplicación de Cantaridina al 0’7% cada
día en la zona afectada previo rascado con una lija.
Los VPH y todo lo concerniente a ellos se convirtieron
en mi gran obsesión valorando incluso la posibilidad de intervención
quirúrgica, hecho que descarté debido a que
nadie me garantizaba su desaparición y también desaconsejado por las secuelas en forma
de molestas y dolorosas cicatrices que podían quedar permanentemente (vamos que me iba a quedar el pié peor que la nariz de la televisiva B. E.)
Durante la aplicación de los diferentes tratamientos
no llegaba a entender cómo podía ser una “rara avis” ya que no se trataba de
una enfermedad o infección desconocida y de igual manera como yo las había
“conseguido”, cualquiera, incluso un deportista profesionale podría
“adquirirlas” boicoteando su progresión, afición o profesión.
Mi frustración llegó a su cumbre el día que un
podólogo de reconocido prestigio en mi ciudad y dilatada experiencia, al cual
agradezco su dedicación y profesionalidad, llegó a decirme que se rendía. Que
no conocía ya ningún otro tratamiento distinto de los que me había
aplicado, bien por él o por los galenos a los que visité.
Me llegó a decir con desesperación que visitase a una
“bruja” o “curandera”. Ni que decir tiene que me hundí en la más absoluta de
las miserias (y no estábamos en crisis como ahora).
Que a los cuarenta y pico encuentre en el deporte
(carreras de a pié) una satisfacción, evasión e ilusión inimaginable y que no
pueda disfrutarlo por “el trío calavera”. Tiene bemoles!!!
Escribí en el foro de una revista de tirada internacional en la que se jactan de
que si un campeón del mundo, que si un fenomenal doctor (antes atleta). Aún estoy esperando respuesta.
Siguiendo con la búsqueda de mi particular Piedra
Filosofal (como Indiana co-Jones en busca del Arca Perdida) acerté a entrar en el foro del Atleta.com y una alma caritativa no
tardó en responder lo que sería la gran solución y con ello mi enorme agradecimiento a
una persona anónima y altruista que hizo resplandecer en mí una nueva ilusión (ya está, ya me ha salido la vena hortera).
Aceite Esencial del Árbol del Té. Si en la vejez, aparte de viruelas, me viene
a visitar el tío este alemán, el tal Alzeinosequé espero que no borre de mi
memoria el nombre de dicho aceite.
El tratamiento que seguí consistía en aplicar dicho líquido en la zona afectada cada noche y taparlo con film o plástico
alimenticio (del que usáis para taparle la boca al "pariente o parienta" cuando “casca” demasiado) sujetándolo con esparadrapo.
Un día a la semana rascaba la zona de las tres
verrugas (como el área de los 3 estados de Phineas y Ferb) con una cuchilla de
las que venden en las farmacias para eliminar los callos (“a la madrileña”).
Eliminando la piel “muerta” conseguía que la verruga creciese hacia fuera
permitiendo “afeitarla” de manera que las raíces no profundizasen.
Y así con “paciencia y una caña”, una semana sí y
otra también, un mes tras otro veía cómo progresaba y remitía el dolor y la
apariencia del metatarso de mi pié derecho mejoraba a la carrera. La misma
carrera que reemprendí cuando por fin me libré de mis dolorosas compañeras.
He de decir que este tratamiento
lo he aconsejado en otros casos y también ha funcionado.
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