viernes, 31 de agosto de 2012

UTMB 2012

Cuando estoy escribiendo esta entrada mi amigo Vicent Ahís se encuentra en el disparadero.
Las agujas del reloj se acercan inexorablemente a las 19:00 hora en que, en la localidad de Chamonix Mont-Blanc, está programada la salida del X Ultra-Trail du Mont-Blanc (con retraso debido al mal tiempo). 
Compartir pistoletazo de salida con algunos de los mejores especialistas del mundo no está al alcance de cualquiera y esta carrera lo permite y los runners lo agradecemos haciendo que en apenas nueve ediciones se haya convertido en un referente mundial de primer orden. En un gran objeto de deseo.
Entre los más de dos mil participantes sólo un objetivo: Cruzar el arco de meta después de 166 km y 9.500 metros de desnivel positivo que da derecho a ser poseedor de la prenda más preciada que exista para un runner montañero (Acaban de comunicar que debido al mal tiempo, reducen el recorrido y lo dejan en sólo 108 km por tierras francesas). Mucho más que la Sábana Santa turinesa. El chaleco que reconoce al Finisher. Más, mucho más ansiado que el Santo Grial.
En estos momentos Vicent está presente en la Place du Triangle de l’Amitié. Dispuesto a pasar por el arco de salida. Dispuesto a pisar la alfombra que registra el paso del chip. Dispuesto a dar rienda suelta a tantas horas de entrenamiento, a tantas horas de sacrificio. A lo largo del año he tenido la suerte de compartir con él y otros amigos dicha ilusión.
¡Que envidia me da! Sana, pero envidia al fin y al cabo.
Seguro que tenso, emocionado, nervioso, ilusionado. Si él no lo está (cosa que dudo) yo sí lo estoy.
Testigo de excepción en la capital de los Alpes franceses está su inseparable Puri. La ilusión y las ganas se destilan en pareja.
A más de mil kilómetros de distancia estoy sentado frente al ordenador. No estoy en cuerpo pero sí en alma. Mis dos presencias en esa misma situación en los años 2009 (con el propio Vicent y Bruno) y 2010 (esta vez sólo con Bruno) hacen que esté nervioso, emocionado y alterado. Sé lo que pasa por la cabeza de mi amigo. Él no sabe lo que pasa por la mía.
Busco la carpeta de música del disco duro de mi pc. No tardo en encontrarla. Aunque la lleve grabada en mi cabeza necesito volverla a oírla. En la Place du Triangle de l’Amitié suena Conquest of Paradise de Vangelis. A más de mil kilómetros también suena en mi pc, aunque mis sentidos sólo perciban…. música celestial.

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